Nunca he llevado un diario. No soporto repetirme cada evento del dìa en el papel (bueno, aunque èsto no es precisamente papel). Además siempre me pareciò esa una tarea de las chicas quinceañeras que escribían boludeces mezcladas con un poco de miedo. Y, bueno...tal vez y si soy "boluda" y jamàs superé el patético "cambio de zapatillas"...
Hoy no pasó nada. Y es una novedad en tanto me di cuenta de precisamente eso: que no pasó nada. Despertè con las estadìsticas del último atentado de la semana en la voz que salía del radio que mamá pone todos los dìas, "para despertarme". Ella jamás se sintiò capaz de interrumpirme el sueño (segùn ella). En el fondo creo que nunca se sintió capaz de besarme la frente y decirme buen día. Luego, una hora de meditaciòn en el baño, el tiempo exacto para que los humores de mi cuerpo se mezclaran màgicamente con el vapor del agua caliente. El desayuno que nunca es desayuno y "Chao nada".
Wednesday, October 31, 2007
Friday, October 12, 2007
Hoy
Cuando tu venías caminando, y pensabas en tu trabajo, en las carcajadas anticipadas y en el almuerzo deshabrido que cocinó tu esposa, yo venía pensando. No en ti. No en ella. Si no en mi. En nada.
Y nos encontramos. Te saludé con un beso. Me miraste y me diste un tímido abrazo. Nos quedamos en silencio y te pregunté por la reunión a la que ibas. Me contaste apenas lo necesario como para salir del paso, mientras yo me ahogaba en mis propios pensamientos tristes y te miraba sin dejar de consentir, jugando el mismo juego que juegan dos personas que se aman tanto como para no indagar en sus más íntimos secretos.
Te volví a besar y te dije que nos veríamos en un rato. Me dijiste lo mismo. Seguiste tu camino y yo el mío. Miré hacia atrás para ver si ya te habías ido y me detuve. Miré mi rostro triste en el reflejo del vidrio trasero de tu carro, en el parqueadero. Pensé en tí, en mí. En que lo había intentado otra vez. Y otra vez, había perdido. Que por más que trato de olvidarme de mí, de la esperanza, vuelvo a esperar, a confiar, a hacerle a San Antonio y a otros santos no tan santos, la misma plegaria, con nuevas condiciones y cláusulas.
Luego, subí las escaleras y antes de timbrar, sequé mis lágrimas y me quedé viendo por el ojo mágico de la puerta. La vi a ella. Timbré. Abrió la puerta. Me abrazó. Entonces, le pregunté por el último capítulo de la novela.
Y nos encontramos. Te saludé con un beso. Me miraste y me diste un tímido abrazo. Nos quedamos en silencio y te pregunté por la reunión a la que ibas. Me contaste apenas lo necesario como para salir del paso, mientras yo me ahogaba en mis propios pensamientos tristes y te miraba sin dejar de consentir, jugando el mismo juego que juegan dos personas que se aman tanto como para no indagar en sus más íntimos secretos.
Te volví a besar y te dije que nos veríamos en un rato. Me dijiste lo mismo. Seguiste tu camino y yo el mío. Miré hacia atrás para ver si ya te habías ido y me detuve. Miré mi rostro triste en el reflejo del vidrio trasero de tu carro, en el parqueadero. Pensé en tí, en mí. En que lo había intentado otra vez. Y otra vez, había perdido. Que por más que trato de olvidarme de mí, de la esperanza, vuelvo a esperar, a confiar, a hacerle a San Antonio y a otros santos no tan santos, la misma plegaria, con nuevas condiciones y cláusulas.
Luego, subí las escaleras y antes de timbrar, sequé mis lágrimas y me quedé viendo por el ojo mágico de la puerta. La vi a ella. Timbré. Abrió la puerta. Me abrazó. Entonces, le pregunté por el último capítulo de la novela.
Monday, October 08, 2007
Algo se fue...
Nunca pensé que llegaría el dia cuando me quedaría sin palabras. Sin nada que contarte. Sin necesidad de recordarte o verte en mis sueños.
Olvidé que te necesitaba y por eso, encendí el televisor y me atasqué de las tristezas de otros, de sus cuerpos mutilados y su sexo. Me dediqué a registrar en papel las obsesiones de mis padres y a intenté resolver las historias de amor (cursis y románticas) de las señoritas.
En medio de ese olvido, de tu ausencia y de mi encierro, te espié todo el tiempo. Esuché tus canciones en la distancia y pegué, clandestinamente, mis oídos a tu puerta. Intenté adivinar tu murmullo, hasta quedarme profundamente dormida en él.
Extrañamente te extraño. A pesar de no haberte necesitado nunca. A pesar de mi encierro y del tiempo que ha pasado. Te extraño y te espero, como se espera una droga y esa sensación química, mágica de felicidad.
Por eso, quisiera volver a estar así. Encerrada. En silencio y sin decir tanta basura. Sin tantas palabras falsamente acomodadas. Sin volverte a extrañar y sin acostumbrarse de nuevo a la espera. Algo se fue. Y no me gusta lo que queda.
Olvidé que te necesitaba y por eso, encendí el televisor y me atasqué de las tristezas de otros, de sus cuerpos mutilados y su sexo. Me dediqué a registrar en papel las obsesiones de mis padres y a intenté resolver las historias de amor (cursis y románticas) de las señoritas.
En medio de ese olvido, de tu ausencia y de mi encierro, te espié todo el tiempo. Esuché tus canciones en la distancia y pegué, clandestinamente, mis oídos a tu puerta. Intenté adivinar tu murmullo, hasta quedarme profundamente dormida en él.
Extrañamente te extraño. A pesar de no haberte necesitado nunca. A pesar de mi encierro y del tiempo que ha pasado. Te extraño y te espero, como se espera una droga y esa sensación química, mágica de felicidad.
Por eso, quisiera volver a estar así. Encerrada. En silencio y sin decir tanta basura. Sin tantas palabras falsamente acomodadas. Sin volverte a extrañar y sin acostumbrarse de nuevo a la espera. Algo se fue. Y no me gusta lo que queda.
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