Nunca pensé que llegaría el dia cuando me quedaría sin palabras. Sin nada que contarte. Sin necesidad de recordarte o verte en mis sueños.
Olvidé que te necesitaba y por eso, encendí el televisor y me atasqué de las tristezas de otros, de sus cuerpos mutilados y su sexo. Me dediqué a registrar en papel las obsesiones de mis padres y a intenté resolver las historias de amor (cursis y románticas) de las señoritas.
En medio de ese olvido, de tu ausencia y de mi encierro, te espié todo el tiempo. Esuché tus canciones en la distancia y pegué, clandestinamente, mis oídos a tu puerta. Intenté adivinar tu murmullo, hasta quedarme profundamente dormida en él.
Extrañamente te extraño. A pesar de no haberte necesitado nunca. A pesar de mi encierro y del tiempo que ha pasado. Te extraño y te espero, como se espera una droga y esa sensación química, mágica de felicidad.
Por eso, quisiera volver a estar así. Encerrada. En silencio y sin decir tanta basura. Sin tantas palabras falsamente acomodadas. Sin volverte a extrañar y sin acostumbrarse de nuevo a la espera. Algo se fue. Y no me gusta lo que queda.