Hace rato no sentía nada. Había olvidado el dolor, la espera, las despedidas.
Hoy tengo mucho miedo. Mis ojos recordaron lo que es llorar y se duermen ahogados en lágrimas que sólo desaparecen hasta el otro día, cuando sin ser vistos, se resignan de tristeza.
Ojalá tuviera tres años y llorar fuera parte de una ronda de juegos, o parte de una obra de teatro, esas que tanto me aplaudiste en el colegio. Ojalá llorar se arreglara con un chocolate (siempre preferíe el blanco) y con cinco minutos de rezos antes de empezar las clases.
Tengo tanto miedo. Tanto miedo por volver a sentir. Por descubrir el dolor, no como lo hacen las mujeres bonitas y los hombres de pelo engominado, ese dolor que sienten cuando les es negado un beso y una flor...
Tengo miedo de que cuando te diga adiós me esté despidiendo para siempre...
Ojalá volviera a ser más chica para que ayer cuando estuve contigo en la Iglesia, Dios me hubiera escuchado y hubiera aceptado mi cuerpo a cambio del tuyo, enfermo, gris, triste...Con las manos entrecruzadas y los ojos apretados...haciéndo la misma promesa de no volver a comer un chocolate, me acuesto a dormir hoy...
Hablamos en la noche, infinita tristeza...