Ya no te quiero esperar más, esperanza. No tengo señales tuyas hace días, hace tantas noches. Aún así te sueño, te lloro, te pienso, por eso, te voy a contar un secreto: mi color favorito no es el rojo y tampoco me gustan los gatos. Es más, los detesto. Siempre pedí más de dos deseos por uva en las fiestas de fin de año y jamás quise a Andreita esa muñeca fea que hace tanto me regalaste y que sólo peinaba por mísera consideración...
Te voy a contar otro secreto: no soy capaz de mezclar sustancias quimícas para de un sorbo comprar por adelantado mi pasaje a la eternidad, tampoco se hacer nudos y jamás me pararía a una altura mayor a la que hay del piso a mi cama. Le tengo tanto miedo a la muerte como a la vida, a la bendecida expiración como a los suspiros que, pensando en tí, no pude evitar...
Te voy a contar otro secreto: te escribo cartas no porque te quiera, cada vez me doy cuenta que no sería capaz de querer a nadie, sino porque desde pequeña me inyecté masoquismo en mis venas, y éstas palabras son la prolongación inficiosa de mi vida.
Te voy a contar otro secreto: nunca me he pensado como una suicida, porque si algo admiro yo es la determinación y la seriedad de quienes jamás dejarían cartas ni explicaciones...
Te voy a contar otro secreto: es este un posdata cuyos efectos no contarán para mi, cuando le ponga punto final.
(Puedes quedarte con la envoltura del chocolate)