Ayer no te escribí porque preferí ver la novela. Ver de nuevo el beso de la mujer de ojos claros con el galán de ojos negros. Cada vez que pongo "pause" y repito esa escena, dos, tres, cuatro veces, me doy cuenta de que tal vez sea una vieja loca y amargada. Y después de eso, pongo play otra vez.
Puedo pasar horas, viéndolos destilar amor por las pantalla. Puedo dejar de comer, de existir. Mis ojos se los entrego a la protagonista, y mientras tanto, el resto de mi cuerpo espera. También, puedo prestarles mis oídos y mi tiempo. Mis recuerdos y mis pensamientos.
Todo se los presto. Pero, eso sí, es un secreto.