Pareces uno de esos avisos de la calle. ¿Por qué me preguntas y me pones en evidencia cada vez que me das un beso? y ¿Por qué me prohibes hablarte, tocarte, sentirte, después del desayuno?
Ayer, apenas te miraba, cuando me tomabas la cabeza con ambas manos como si quisieras matarme. ¿Lo hubieras hecho? ¿Me hubieras prohíbido besar tu mano con mi sangre?
Salí sin vestirme y me quedé mirándo el aviso que da frente a tu ventana. Me prohibes amar y haces uso de tu crueldad y me das un beso. Entonces, me bajé la cremallera y abrí las piernas. Me senté a orinar, frente al letrero bañado por la orina de otros tantos desgraciados.