Anoche perdí a las palabras en un juego tonto. Se ocultaron para siempre mientras yo tramposamente contaba hasta ciento uno, con los ojos cerrados. Cuando terminé de contar, no las volví a ver, las busqué debajo de la mesa de noche, en la agenda telefónica, en el diario. Pero. no las encontraba. ¡Se habían escondido tan bien, las condenadas! No dormí en toda la noche, no dejaba de pensar en si fuera palabra, dónde podría esconderme...
Luego, vino el silencio. Me quedé muda, sin corazón, sin ganas de vivir...A tan pocos segundos de la muerte, una última petición, ¿Me ayudas a encontrarlas? o ¿será tal vez que aún no he abierto del todo los ojos?